Dedicamos este mes de mayo —«cuando hace la calor, cuando canta la calandria y responde el ruiseñor»— a la fructífera y estrecha relación que el cine y la literatura han mantenido desde que ambos dos existen. Sobre tal cuestión bien puede afirmarse que tradicionalmente tales lazos de unión, influencia o colaboración, han venido de la mano del teatro, la novela y la poesía, siendo esta última, quizá la más abstracta y excepcional de las tres. El caso es, que, queriendo las musas del Helicón que el motivo de esta entrada focalice su cámara en la poesía, y no habiendo mejor y más límpida forma de comenzar que AV OBO, se nos presenta, casi harto obligado, principiar esta colección temática con aquel al que se calificó, en su día, como el mejor poeta aragonés del siglo XIX: Luis Ram de Viu.
El poeta
Luis Ram de Viu (Zaragoza 1864-id. 1906) para más señas Barón de Hervés cuyo linaje tiene su casal en la localidad de Alcañiz, contando entre sus más destacables antepasados con el cardenal Domingo Ram, que jugó un papel importante en el celebérrimo Compromiso de Caspe (1412) actuando como uno de los representantes aragoneses que firmaron el acuerdo. Pero sin remontarnos a tan lejanos tiempos, de Luis, que es el que aquí nos interesa, cabe destacar que fue un poeta lírico el cual durante unos años, especialmente los de finales del siglo XIX, se lanzó a blandir su pluma imbuido de un lúgubre romanticismo, mientras recorría languidesciente los recovecos más recovequizados del cementerio de Torrero, para utilizar las lápidas como escritorios donde apoyarse. Así fue como este autor consiguió ganarse el sobrenombre de Poeta de los muertos. Su obra lírica comenzó a tomar forma con Amparo: poema en tres cantos (1884) seguida de la más conocida hoy día —gracias a la labor de la poeta y erudita María Ángeles Naval— Flores de muerto (1887). Otras posteriores con un tono más tradicional, severo o incluso apologético fueron Dos guitarras un libro de cantares realizado en comandita con Luis Royo Villanova, Horas de luz (1894), Viva España (1898) poema vindicativo escrito tras el desastre de la contienda hispano-americana, o su obra póstuma Del fondo del alma (1908). Mención merecen sus colaboraciones en las principales revistas ilustradas y prensa diaria como La Ilustración Española y Americana, El gato Negro, Blanco y Negro, El Correo Catalán o el Diario Catalán entre otras. Estéticamente está influido, o se asemeja, a la tradición de Bécquer, Campoamor y Núñez de Arce; siendo, además, un excelente cultivador de las silvas tanto en rima consonante como arromanzada.
Murió Ram de Viu a comienzos de 1906 dejando preparado su poemario Del fondo del alma que recogía poemas nuevos y otros publicados en diversos medios periodísticos. Como recuerdo y homenaje del vate aragonés la Academia y Congregación de San Luis Gonzada organizó una velada lírico-necrológica donde varios excelsos poetas le rindieron honor dedicándole varios poemas; allí descollaron entonces algunos personajes que, como indica Mª Ángeles Naval, «pertenecen ya al contexto del modernismo regional» (Naval, 1996: 13). Mariano Baselga, uno de los partícipes de la velada elegíaca, además, pergeñó el prólogo al escritor aragonés: «Murió nuestro querido Luis dejando escrito el librito presente Del fondo del alma; quiso, en vida, que fuera yo su prologuista, cumplí su designio y pergeñé unas páginas familiares, sin otro tema que el cariño de por vida jurado y cumplido […]» (Baselga y Ramírez, 1908: VIII).
Poema ‘El cinematógrafo’
Pero como antes advertimos, si en este resumen, o entrada —que es más propio para el mundo bloguesco—, traemos a colación a Luis Ram de Viu, no es sino por ser uno de los primeros autores españoles, y el primer aragonés, que dedicó unos versos al nuevo prodigio de la Ciencia —y sobre todo del entretenimiento— que fue el cinematógrafo. Y es que nuestro vate, seguramente, entre sus paseos noctívagos y emulaciones del Tenorio, también tuvo tiempo de atender a las moderneces recreativas. Cabe recordar que dicho aparato, desde su patente en 1894 por los hermanos Lumière, no tardaría en llegar a la capital aragonesa gracias a Eduardo Jimeno Correas, autor de Salida de Misa de Doce del Pilar de Zaragoza (¿1897?), que proyectó la primera sesión con dicho invento el 14 de septiembre de 1896 en un local del Paseo Independencia número 27.
Sea como fuere lo cierto es que nuestro Barón, en algún momento testigo de dicho invento francés y quedando, cuando menos, ensimismado por su utilidad, dejó constancia de sus impresiones por medio de una poema —silva cómo no— titulado ‘Cinematógrafo’, que sería publicado por primera vez en El diario de Ávila el 5 de noviembre de 1899 (de la Madrid, 1997: 326), y finalmente rescatado en su obra póstuma. En dicha composición se hace una clara mención a las primeras películas filmadas por los Lumière y Melière, que tan en boga estuvieron por los estertores del XIX, dando así cuenta de un cine en ciernes que más tenía que ver entonces con un divertimento de barraca de feria que con el llamado ‘séptimo arte’ por el que se le conocería ulteriormente.
Hoy de Ram de Viu, aparte de las aportaciones de Mª Ángeles Naval, y otros, en el mundo de la investigación y las Letras, queda como recordancia de él, una calle homónima en Zaragoza, la cual conserva algunos viejos palacetes primiseculares, casi, como últimos palenques de una forma de vida venida a menos, que un día brilló orgullosa y altiva, entre títulos, política y literatura.
Por tanto, y para terminar, dejamos aquí constancia de —si no el primero— uno de los primeros testimonios poéticos sobre el cine que se registraron en nuestras Letras.
CINEMATÓGRAFO
¡Bello cinematógrafo!… ¡muy bello!
y al aire libre!… el inspirado artista
sacó partido!… el lienzo reproduce
las realidades todas de la vida;
las calles de París con su hormiguero
de coches y tranvías…
una boda saliendo de la iglesia…
paseo en una lancha por la ría…
los intermedios cómicos del Circo…
un paisaje de Suiza…
¡Oh!… ¡soberbia invención!… más ¿qué está haciendo
allí la multitud callada y fría?
¿Cómo no rompe en vítores y aplausos
ante esa maravilla?
¿Qué esperará?… ¡Aguardemos!
solo faltan tres vistas;
el tren que llega a la estación… las olas
del mar rompiendo bravas en la orilla…* * *
¿Qué pasa? ¿Qué rabioso palmoteo
se escucha de repente?… ¿qué alegría
pone en tensión los nervios de la fiera
hace poco dormida?
¡Qué ha de ser!… que ya tiene
lo que forma su dicha;
las modernas conquistas del progreso;
la torpe desnudez provocativa;
la gota de veneno en todas partes
mezclada y desleída;
la libertad brutal de envilecerse;
lo que siempre le dan!… la bailarina!
Tras Ram de Viu, otros le seguirían también dedicando sus versos al cine: especialmente cuando la industria cinematográfica se desarrolló en las décadas de 1910 y 1920; así, tenemos ejemplos conocidos de ultraístas como Juan Larrea, Lucía Sánchez Saornil, o el archifamoso Rafael Alberti con su Cita triste de Charlot, pero eso, mejor que lo cuenten otros.
BIBLIOGRAFÍA:
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Baselga y Ramírez, Mariano, “Al lector”, en Ram de Viu, Luis (1908), Del fondo del alma: obras póstumas, Zaragoza, M. Escar tipógrafo, pp. VII-XXI.
De la Madrid, Juan Carlos (coord.) (1997), Primeros tiempos del cinematógrafo en España, Oviedo, Universidad de Oviedo.
Espasa-Calpe (1923), Enciclopedia Ilustrada Europea-Americana, Tomo 49, Bilbao, Espasa-Calpe.
GEA online: Gran Enciclopedia Aragonesa, “Cap. VIII. Cultura al final del siglo XIX en Aragón”, Monográficos: El fin del siglo XIX en Aragón, consultado el 8 de mayo de 2016 [http://www.enciclopediaaragonesa.com/monograficos/historia/siglo_XIX_en_aragonII/cultura_xix.asp]
Gimeno Arlanzón, Begoña, [http://aragonilustrado.blogspot.com.es/ search/label/Luis%20Ram%20de%20Viu] Consultado el 8 de mayo de 2016.
Naval, Mª Ángeles (1997), “Flores de muerto: Visiones de ultratumba y sentido común”, en Ram de Viu (1887, ed 1997), Flores de muerto, Zaragoza, La Val de Onsera, pp. 5-27.
Ram de Viu, Luis (1887, ed 1997), Flores de muerto, Zaragoza, La Val de Onsera.
— (1908), Del fondo del alma: obras póstumas, Zaragoza, M. Escar tipógrafo.